Todos tenemos las huellas de un pasado al cual no podemos volver, un presente que estamos formando y un futuro desconocido, incierto. ¿Qué implicaciones tiene decir esto? La primera es que no se puede volver al pasado; la segunda es que nosotros mismos tomamos la decisión de caminar y la forma de hacerlo; y la tercera es que no hay destino, no tenemos un futuro ya determinado, sino que se va construyendo con nuestros pasos del día a día.
“Caminante no hay camino se hace camino al andar” es una frase que quizá muchos conocemos por la canción Cantares de Juan Manual Serrat, cantante español con mayor apogeo en los 70´s y 80´s tanto en su ciudad natal como en América Latina, pero sin duda vigente. Sin embargo, los versos de la canción pertenecen al poeta modernista Antonio Machado también español. Esta frase pensada por Machado y retomada o popularizada por Serrat, encierra un conocimiento importante sobre la vida, del cual intentaré hablar en este espacio, a propósito de este año nuevo 2016 y fin del 2015.
Comparar al hombre con un caminante tiene un gran significado porque nos remite directamente a la vida en sí; refiriéndose a éste como alguien que transita o anda por este mundo. Caminar tiene siempre una determinada duración, tiene un inicio y un final, no podemos caminar eternamente. Lo mismo sucede con la vida, tiene un inicio y un final: un día nacemos iniciando nuestra caminata y a partir de ahí andamos hacia delante, podemos voltear a ver las huellas de nuestro pasado, pero así como el caminante no puede andar hacia atrás, nosotros no podemos regresar a nuestro pasado, sólo caminar hacia nuestro futuro y muerte, pues ésta es el fin de nuestra caminata.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…
Son estrofas que acompañan al verso referido y en ellas se continúa haciendo referencia a la vida comparada con un camino. El cual sea por tierra o por mar, sólo se puede ver lo ya transitado por medio de las huellas o estelas, pero no hay nada trazado adelante, sino lo que nosotros vamos formando cada día. Todos tenemos las huellas de un pasado al cual no podemos volver, un presente que estamos formando y un futuro desconocido, incierto. ¿Qué implicaciones tiene decir esto? La primera es que no se puede volver al pasado; la segunda es que nosotros mismos tomamos la decisión de caminar y la forma de hacerlo; y la tercera es que no hay destino, no tenemos un futuro ya determinado, sino que se va construyendo con nuestros pasos del día a día.
Aunque parezca innecesario mencionarlo porque de sobra se sabe que no se puede regresar al pasado, sí es necesario repetirlo porque hay quien camina mirando siempre hacia atrás. Para dos cosas se puede mirar al pasado: para anhelar los buenos momentos vividos o para lamentarse por las decisiones tomadas. Mirar hacia atrás es válido para reflexionar sobre lo que hemos hecho y. al regresar nuestra mirada, nos permite dar el siguiente paso. Pero lo que no se puede es querer caminar todo el tiempo mirando nuestro pasado, eso sólo entorpece el andar. Anhelar o lamentarse de lo sucedido es algo que la gente hace todo el tiempo. Desear el tiempo de su niñez o juventud, una forma de vida antigua o algún amor pasado. Arrepentirse por las decisiones que provocaron alguna ruptura, pobreza, soledad o hasta una muerte. Así pues, anhelar o lamentarse por el pasado es absurdo porque, como se ha dicho, no se puede volver a él ni mucho menos cambiarlo; entonces se debe evitar vivir en lo sucedido.
Ser consciente de que tú eres el caminante, aquel quien da los pasos y forja su propio camino, te permite dejar de buscar culpables y justificaciones en tus decisiones. Cuando se anda no hay rastros de otros sobre nuestro camino. Se puede seguir a una persona o se puede caminar junto a ella, pero nunca los pasos van ser iguales. De esta misma forma las huellas de nuestro andar no son causa de nadie más que de nosotros mismos. Es muy frecuente en las personas que cuando les va bien o están satisfechas con lo que son y tienen, se lo atribuyen a sí mismas; sin embargo cuando les va mal, echan culpas a todo su exterior.
“Lo que soy o lo que me ha ocurrido es por mis padres, maestros, vecinos, amigos, por mi entorno social, por el gobierno, por Dios; en fin, todos son culpables menos yo de todo lo malo en mi vida”; es lo que comúnmente dice la gente. Todo eso puede influir en nuestras pisadas, pero no las causan porque esa responsabilidad es completamente nuestra. No hay nada en nuestra vida actual que no hayamos ocasionado nosotros mismos. Por pequeña que haya sido nuestra acción, por pequeño o imperceptible que haya sido nuestro paso, éste dejó un vestigio y afecta a los siguientes. De esta manera, sea para el bien o el mal de nuestra vida, se debe dejar de atribuírselo a nuestro exterior y volverse hacia sí mismo.
Si bien estos dos aspectos, el de no poder volver al pasado y el de que somos los responsables de nuestro propio andar, traen algo de melancolía o molestia; el último punto compensa ambos, pues brinda el ánimo, fuerza y entusiasmo necesarios para seguir caminando. Éste es la inexistencia de una senda por la cual andar. Muchos creen en un destino, en que todos tienen ya trazada su trayectoria de vida por algún ser o fuerza superior; a pesar de ello, me uno a Machado y Serrat para decir que no hay destino, sino consecuencias de lo hecho ayer. Prueba de esto, tenemos al pasado mismo, pues si miramos bien cada una de nuestros actos pretéritos, podemos observar claramente cómo todos ellos tuvieron un efecto en nuestra vida. No hay una vía ya marcada por la cual debemos pasar, sino que nuestras pisadas la van formando.
Este conocimiento, sin duda, te brinda una esperanza; pues saber que no hay destino y que tú eres quien va formando su propio sendero al caminar, te permite cambiar en tus siguientes pasos si no estás conforme con lo que eres ahora. El rumbo que desees tomar, con quien te quieras acompañar o a quien quieras seguir, dependen de ti. Entonces es mejor pensar en nuestra siguiente caminata, atendiendo a la dirección o al lugar a donde quieres llegar, pues esto te hace seguir caminando, es decir, viviendo.
Finalmente, espero que podamos mirar al año 2015 sólo para contemplar nuestro tránsito por él, no para anhelar o lamentar lo que hicimos, sino para aprender; pues somos conscientes de que pertenece a nuestro pasado que no retornará. Permitiéndonos así, verlo con optimismo y ánimo por todas las cosas vividas, pues nos han formado y entonces son ganancias en vez de pérdidas. De la misma forma, estar con ánimo de caminar hacia el nuevo año 2016, a fin de poder tomar decisiones sabiendo que lo hecho hoy tendrá consecuencias en nuestro futuro.
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